Di con Transa por primera vez mientras buscaba matices y sonoridades para sumarle a mi set. Todavía no había Spotify y me acuerdo haberlo acomodado en una lista de Winamp a la que llamé ‘Brasil’, junto con algunos otros álbumes de Gal Costa, Gilberto Gil, Jorge Ben, Tom Zé, María Bethânia y Os Mutantes.
Me voló la cabeza. ¿Qué le pasaba a este humano? ¿De dónde había salido tamaño disco? Hay historias de exiliados y exiliados de historias. La de Caetano y este álbum es sin dudas una historia aparte que vale ser contada y explorada, una y otra vez, como los 37 minutos y 9 segundos que dan forma a las 7 piezas de un disco que hace más de 50 años no deja de girar en loop y es ya un clásico de la cultura pop universal.
Ahora bien, ¿Qué hace infinito a un disco, eterna a una canción? Las industrias culturales tienen sus yeites, artimañas y algoritmos, propios de aquel entonces, propios de esta época. Afortunadamente, algunas obras trascienden toda fórmula en un sacudón de magia y alquimia; y cada escucha nos transporta a aquel primer momento en el que la descubrimos, volviendo el instante tangible, real.
Ese primer impacto, define su impronta y nos hace volver a ella como cuando seducidos por algún aroma, seguimos el rastro solo por el placer que supone el camino de encontrarlo. Así, para mí, uno de esos momentos únicos se condensa en Transa (1972), del bahiano Caetano Veloso.
Transa es uno de los álbumes cumbre de la llamada Tropicália, movimiento de vanguardia artística en el Brasil de los 60’, en medio de tiempos de dictadura militar, que revivió y replanteó algunos de los principios ya establecidos en la primera ola de avant-garde brasileño, resultando una revolución que invadió el cine, la música, el diseño, la literatura, arquitectura y demás disciplinas y campos de expresión.
El Tropicalismo retomaba aquella prescripción del Movimiento Antropófago1 de los años 20: superar la fake dicotomía entre lo local y lo universal, lo latinoamericano y lo europeo, canibalizando cualquier influencia exterior o interior hasta incorporarla como propia.
Los Antropofagistas exhortaban a los artistas brasileños a hacer lo mismo que los nativos hicieron con los primeros misioneros: devorarlos! Así se dejaban atrás dilemas y encrucijadas culturales para fagocitar lo exógeno volviéndolo propio, sin sincretismos ni eclecticismos conciliadores: apropiarlo para incorporarlo.
El 31 de marzo de 1964, tras el golpe de Estado que derrocó al presidente João Goulart, Brasil dejó de ser un país democrático, y no volvió a serlo sino hasta el 15 de marzo de 1985. Retomando y parafraseando las ideas de Galeano en su Memoria del Fuego III, de los pueblos más oprimidos surge la más libre de las músicas. Y así fue como en 1967, a pesar de las muchas premuras, inestabilidades y desaciertos tanto de Brasil como de otros varios países vecinos, la Tropicália logró darle voz propia a su espíritu de resistencia y se hizo de una escena musical propia, autosuficiente, vibrante y diversa; arrojando un amplio espectro de influencia sobre el resto del globo.
Sin embargo, Transa aparece cuando ya la Tropicália estaba en retirada. Luego de su apogeo a finales de los 60, y después de un puñado de discos y conciertos, Caetano Veloso se exilia voluntariamente. París, Lisboa y finalmente Londres para 1969, luego de numerosos desencuentros e impasses tanto con la dictadura militar del momento –férrea e intolerante con los creativos-, como con las juventudes estudiantiles radicalizadas quienes consideraban que el Tropicalismo había ‘comercializado’ la música popular brasileña, y había incorporado influencias y estilos de la música popular ‘imperialista’.
Para esta altura Caetano ya había demostrado ser fiel representante de la bossa nova virtuosa a mediados de los 60’s con su álbum debut Domingo (1967), un dúo exquisito con Gal Costa (te seguimos extrañando!). Luego, ya siendo cabecilla y estandarte del Tropicalismo, lanza en 1971 un álbum homónimo probando las mieles del folk rock británico.
En ese mismo 1971 –un año antes del lanzamiento de Transa-, y bajo permiso otorgado por la dictadura militar, Caetano regresa a Brasil a visitar a sus padres. Durante su estadía, funcionarios militares lo presionan a componer una canción propagandística para blanquear el rostro del régimen y poder así dar cuenta de uno de sus caballitos de batalla en cuanto a infraestructura: el desarrollo y terminación de la autopista Transamazónica.
Caetano decide no participar de la maniobra, y regresa a su exilio Londinense con más tensiones cosechadas en su nativo Brasil. Pese a ello, y en un golpe de timón, decide retomar el tema transamazónico desde lo profundo de la ironía, titulando su nuevo LP con el muy sugerente y provocador título: Transa.
Así lo explicaba en aquel entonces la revista Veja «En el lenguaje de la moda, la palabra transa tiene la movilidad de las ideas… desde transacciones comerciales hasta negocios abstractos… Transacción, acuerdo, pacto, relación amorosa y sexual; en este vasto campo de posibilidades se dibujan los límites del nuevo álbum de Caetano Veloso.»
Tras haber fusionado e integrado ritmos y géneros musicales de otras orillas, como el Mississippi Blues y el Rocksteady Jamaicano, Caetano decide adentrarse nuevamente en la tupida y biodiversa selva de la música popular brasileña, para tender un puente transatlántico de sentido y unir así los ritmos incorporados en su ADN musical, con aquellos que ya había hecho propios.
De ese exilio auto-impuesto, Caetano se nutre aún más de influencias exteriores, incorporando la extravagante y novedosa escena londinense de finales de los 60 's como si fuera propia de su repertorio. Y no es para menos: la lista de clásicos que vieron la luz en 1972 trasciende cualquier barrera: The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, de David Bowie; Machine Head, de Deep Purple; Transformer, de Lou Reed; Honky Château, de Elton John; Obscured by Clouds, de Pink Floyd; Harvest, de Neil Young; Exile on Main in Street, de los Stones; son apenas un breve muestrario que se complementa y amalgama con Mateo solo bien se lame, de Eduardo Mateo; Desatormentándonos, de Pescado Rabioso; La Población, de Victor Jara, y así.
En ese caldo de fascinación y melancolía el bahiano cocinó y dio sentido a Transa, una brillante negociación entre la tradición y la vanguardia, entre Dylan y Jobim, nostalgia y alegría, entre Brasil y el mundo. Porque todo eso y mucho más es Transa.
Su clave es musical y sonora. Las crónicas de la época - retomadas buenamente allá por el 2001 en la revista The Wire - resaltan su producción: Grabado en Londres, en los Chappell Recording Studios, con orquestación a cargo del británico Ralph Mace y bajo la dirección musical de Jards Macalé.
Su portada retruca el concepto del disco; llegó a las tiendas con una triple tapa que al abrirse formaba una suerte de prisma triangular. El rompecabezas fue definido como un discobjeto, término creado por el actor y director de teatro Álvaro Guimarães quien, junto a Aldo Luiz, fueron los responsables del diseño gráfico.
«You don’t know me
bet you’ll never get to know me,
you don’t know me at all..
Feel so lonely,
the world is spinning round slowly..
There’s nothing you can show me from behind the wall»
Arrancar un disco así, es introducción, declaración, adivinanza. Un testamento manifiesto de aquel primer arribo: el exilio, la ambigüedad; la ignición necesaria para tamaño yeite de blues sureño que abraza una bossa de terciopelo, la superficie de un níspero tropical que se abre ofreciendo su pulpa sedosa y entre tanto, Caetano desliza sus texturas entre el anglo y el portugués. Cadencias deliciosas. Debo haber escuchado y compartido esta intro infinitas veces.
Para las dos siguientes piezas hay mucha saudade, nostalgia, malegría. Fusiones que van desde el rocksteady, choro, afrocaribe, comparsas que te envuelven por todos los flancos. Suave brincadeira que celebra lo que hasta hace muy poco era motivo de tristeza. Samba, «sarampión mamá, ritmo contagioso».
Una pulsión transcultural: ‘Nine out of ten’ me divierte en espiral mientras habla de aquellas estrellas del cine que le dan alegría al tiempo que le hacen llorar. Aparecen los Beatles (salú!) en ‘It’s a long way’ parafraseando la icónica ‘The long and winding road’ para fusionarla con clásicos como ‘Consolação’ de Banden Powell & Vinicius de Moraes.
Una carretera transatlántica que conecta el brit-rock con la música popular brasileña. Una obra de infraestructura musical que además y de yapa, nos pasea por pueblos en donde se escuchan pregones de de antiguos cantos esclavos, añorando la tierra lejana de la que fueron desterrados.
Y como no podría ser de otra manera, todos los caminos conducen a Salvador de Bahía, en donde ‘Mora na filosofía’; pieza que es al mismo tiempo destino y punto de partida en eterno estado de tránsito. Una reescucha reversionada del sambista Monsueto, que en voz de Caetano toma cierto tono melancólico y existencial, en tándem con el jolgorio del Carnaval.
Para cerrar ‘Neolitic Man’ y la idea de que ya hacíamos música mucho antes de conocer la agricultura: Madre África como una evolución hacia lo ancestral para regresar finalmente y sin titubeos al delta del Mississippi con ‘Nostalgia’, blues que cierra el LP arrojando data de múltiples coordenadas y latitudes: «That´s what Rock’n Roll is all about.»
Caetano fagocita mareas nuevas en bahías lejanas. Su música es el estandarte de cómo resistir en creatividad, brindándonos canciones para una posteridad que trasciende cualquier coyuntura social.
En Transa, construye su propia vía expresa conectando culturas a priori antípodas. Puentes de sentido hacia ambos lados del Atlántico, enalteciendo la música como lenguaje universal. El resultado es un manjar exquisito, exótico e irrepetible, y una carretera que fluye orgánicamente.
El tropicalismo de Caetano es despiadadamente tierno. A saber, una vez más y para siempre: «cuando la historia habla es por amor, a la libertad.»
Le Paul.
De yapa, una perla que condensa todo lo aquí dicho.
Oswald de Andrade, 1928.
Caetano es alguien que es hogar. Es Verano, son las 4 estaciones, tiene la capacidad de llevarte a cualquier parte del mundo y aun sentir la Tropicalia en el aire. Amor 100%
Una reseña así resulta atrevida y precisa, contemporánea y eterna. Al día de hoy, Caetano pareciera no tener ni principio ni final. Atemporalidad y delicia en cada una de sus canciones. ¡Gracias por la yapa, un lujo!